Satch, mi Perro Montaña de los Pirineos, se ha hecho mayor. Lo traje a casa cuando tenía 11 semanas y entonces ya pesaba 9 kilos. Este perro iba a ser lo que se dice GRANDE. Sabía que su tamaño intimidaría a la gente y por lo tanto, como haría cualquier amo que se precie de tal, me puse a buscar unas clases de adiestramiento para convertirlo en un ciudadano canino modelo.
Por aquel entonces nunca había oído hablar del adiestramiento con clicker ni de los métodos de adiestramiento no basados en el castigo. Para adiestrar a un perro se usaba una correa y un collar de ahorque. Mi preocupación era encontrar a un adiestrador que no “ahorcara” a los perros ni usara métodos demasiados extremos. Encontré un adiestrador con experiencia que puso un collar de nylon alrededor del cuello de mi frágil cachorrito, y dos clases y varios meses más tarde mi perro se sentaba, se echaba, se ponía en posición de junto y de quieto y venía cuando le llamaba.
Ahí se acabó la educación formal de Satch. Cuando empecé las clases pensé: “Oye, esto parece divertido. Puede que con la práctica ganemos un título de Perro de compañía (CD) del AKC”. Pero como parecía que Satch no estaba disfrutando “especialmente” con el adiestramiento, me conformé con un perro educado que se acomodase perfectamente a nuestro hogar y a la comunidad en general.
Ocho años más tarde sigue sentándose, echándose, quedándose quieto y acudiendo a la llamada, aunque hace falta repetirle la orden varias veces para que responda lenta y pausadamente. La posición de junto desapareció hace tiempo, pero camina tan despacio que eso apenas me preocupa.
En 1998 me entró el berrinche de “quiero un cachorro”. Me había empezado a interesar en las actividades caninas y quería un cachorro con el que participar en las exposiciones, campeonatos de obediencia e incluso de agility. Mientras realizaba esta búsqueda fue cuando me enteré de que se estaba produciendo un cambio en el mundo del adiestramiento: los métodos de adiestramiento se iban haciendo cada vez más positivos y cada vez se iban basando menos en el castigo. Esto me picó la curiosidad y me puse a buscar información en Internet. Así es como descubrí el adiestramiento con clicker.
¿En qué consiste el adiestramiento con clicker?
El adiestramiento con clicker es un método que se basa en el refuerzo y que utiliza un marcador de evento, el clicker, para comunicar al perro el comportamiento que se está reforzando. El adiestramiento con el clicker surgió, en parte, a raíz del método utilizado por los adiestradores de delfines.
Estos adiestradores se encontraban en una situación poco habitual en el adiestramiento: cómo adiestrar a un animal que no podían manipular físicamente y que podía optar por escaparse nadando. Dado que los adiestradores no podían castigar a los animales, optaron por reforzar los comportamientos “correctos”, con la esperanza de que los delfines repitieran el comportamiento y así se ganaran otro refuerzo. Para ayudarles a identificar el comportamiento que se estaba reforzando, los adiestradores hacían sonar un silbato justo cuando los animales realizaban ese comportamiento. El adiestramiento de comportamientos complejos se hacía dividido en pequeños pasos y se iba “modelando” progresivamente cada uno de ellos.
El adiestramiento con clicker sustituye el silbato por una caja metálica pero conserva la técnica de base utilizada por los adiestradores de los delfinarios. No prestar atención a los “malos” comportamientos y marcar y reforzar los “buenos” comportamientos. Un refuerzo puede ser un premio de comida, pasar un rato con el juguete preferido, mimos o cualquier otra cosa que le agrade al perro. La mayor parte de las veces, sobre todo al principio, suele ser un premio de comida, puesto que es un refuerzo natural para el perro y al mismo tiempo fácil y rápido de aplicar. También se pueden utilizar premios verbales, pero no se suelen usar como único refuerzo porque no motivan lo suficiente a algunos animales.
¿Funciona?
Si, si se hace como se debe, el adiestramiento con el clicker funciona. Y el adiestramiento tradicional también. El adiestramiento en general se basa en la comunicación, en la consistencia y en la repetición.
En primer lugar, el adiestrador tiene que comunicar al animal qué es lo que tiene que hacer exactamente. Normalmente el adiestrador indica al animal el comportamiento deseado, por medio de la inducción o bien modelándolo físicamente (por ejemplo haciendo que se siente) y elogiándolo. Para comunicar que un comportamiento no es el deseado, el adiestrador utiliza un collar de corrección, le dice «¡No!» rotundamente o le aplica otro tipo de castigo.
La primera regla del adiestramiento con el clicker es “conseguir el comportamiento”. Los adiestradores que utilizan el clicker pueden esperar hasta que el perro realice el comportamiento de forma natural, pueden inducirlo o bien moldearlo, pero siempre muy poco a poco. Cuando finalmente se da ese comportamiento deseado, el adiestrador marca el evento con el clicker y lo refuerza. Si se da un comportamiento no deseado, entonces bien no se le presta atención o bien se hace una señal que significa “inténtalo otra vez”.
En segundo lugar, el adiestramiento tiene que ser consistente en la comunicación. A los adiestradores tradicionales se les enseña que deben ser consistentes cuando den y apliquen señales y cuando castiguen los malos comportamientos. ¿quieres que tu perro deje de pedirte comida mientras estás comiendo? Entonces no le permitas que lo haga ni una sola vez, porque de lo contrario lo seguirá intentando como si se tratara de una máquina tragamonedas: puede que esta vez el comportamiento valga la pena.
El clicker es consistente por naturaleza. Un clic significa “estás haciendo exactamente lo que quiero” y “estás a punto de conseguir un refuerzo”. Cuando el perro aprenda cuál es el comportamiento deseado ya no hará falta que hagas click cada vez que acierte. El adiestramiento con clicker utiliza el principio de la máquina tragamonedas a su favor: un programa variable de beneficios hace que el perro lo siga intentando una y otra vez porque puede que reciba un refuerzo tras otro.
En tercer lugar, no hay adiestramiento sin repetición. Independientemente del método que se utilice, los perros aprenden por repetición. No es una especie que generalice muy bien: “sienta” en la sala de estar es muy distinto que “sienta” en una clase de obediencia. Un buen adiestrador, tanto tradicional como del clicker, añadirá distracciones, generalizará el comportamiento a distintos lugres y contextos y repetirá miles de veces los ejercicios antes de dar por adiestrado un comportamiento.
Si se respetan estos tres criterios (comunicación, consistencia y repetición) el método de adiestramiento dará resultado. Entonces, si se ha encontrado un método que da resultado, ¿por qué cambiar?
Una filosofía cambiante
El adiestramiento con clicker me atrajo desde el primer momento porque trata la relación perro-humano desde un punto de vista totalmente distinto. El adiestramiento con clicker se fija más en los aciertos y no tanto en los errores. Se fija en la solución, no en el problema.
Centrémonos en un asunto muy recurrente en el adiestramiento: un perro que se abalanza sobre las personas para saludar. La solución tradicional castiga el comportamiento para que no se vuelva a repetir. Entre los métodos más comunes se encuentran pisar las patas del perro y darle un rodillazo en el pecho. Un método menos violento implica simplemente darse la vuelta hasta que el perro caiga en la cuenta de que si salta, la persona no le hará ningún caso, que es lo que él quiere.
Cuando alguien pregunta: ¿qué puedo hacer para que mi perro deje de abalanzarse sobre la gente? Un adiestrador que trabaja con clicker responde ¿Qué te gustaría que hiciera en su lugar? El adiestramiento con clicker se centra en adiestrar el comportamiento deseado y reforzarlo en lugar de castigar el comportamiento no deseado. “Lo que quiero es que mi perro se siente tranquilamente para acariciarlo”. Este enfoque no sólo le indica claramente al dueño qué acción tiene que adiestrar, sino que le indica claramente al perro qué acción tiene que ejecutar.
Hay algo más que me atrajo del adiestramiento con el clicker: no me gusta hacerle daño a mi perro.
La gran cuestión del castigo
“¡ Un momento!” -espetan los adiestradores tradicionales-, “nosotros no le hacemos daño”.
En la última clase de obediencia a la que fui, el adiestrador cogió un collar de ahorque y un collar de pinchos y se acercó a cada uno de los alumnos para demostrarles en sus propios brazos que aquellos collares no hacían ningún daño. Me gustaría que hubiera hecho lo mismo pero con uno de los collares alrededor del cuello. Seguro que un buen tirón en la nuez le haría cambiar de opinión.
A pesar de todo, si se utiliza debidamente, los collares de adiestramiento no lastiman a los perros. Dado que no soy un perro y que los umbrales de dolor son variables, desgraciadamente no puedo decir cuánto lastiman. No obstante, si fueran agradables (o incluso neutros) no servirían para nada. Son, por definición, un aversivo utilizado para reducir un comportamiento determinado.
Un buen adiestrador (sí, creo que hay muchos adiestradores tradicionales estupendos), es capaz de aplicar una corrección y comunicar exactamente cuál fue el comportamiento deseado, y al mismo tiempo hacerlo por medio de la aplicación en el instante preciso y gracias al conocimiento experto sobre la fuerza que hay que emplear. (Además, esa aplicación en el momento preciso y el hecho de fijarse en los aciertos y no en los errores hace que estos adiestradores tradicionales se conviertan en magníficos adiestradores expertos en el clicker).
Por desgracia a la mayoría de las personas (yo entre ellas) no se le da nada bien la aplicación en el instante preciso y no tiene ni idea de la fuerza que hay que emplear. En el mejor de los casos necesitan aplicar muchas correcciones, y en el peor de los casos se aplican continuamente correcciones ineficaces, de forma que el perro termina desentendiéndose y no prestando atención a la persona al otro lado de la correa. ¿Has visto alguna vez un perro en la posición de “junto” en una clase de principiantes? Casi todos están por ahí dando vueltas, ignorando que se supone que tienen que estar haciendo algo en concreto y sin prestar ninguna atención a que están continuamente enganchados a un collar de estrangulamiento. El resultado: la persona se enfada porque el perro es “estúpido, terco, rencoroso y se niega a hacer lo que quiero”.
La aplicación en el instante preciso es tanto o más importante en el adiestramiento con el clicker que en el adiestramiento tradicional. Sin embargo, si hago click demasiado tarde lo peor que puedo hacer es ralentizar los progresos de mi perro. No he causado ningún dolor innecesario.
Soy adiestradora por dos motivos: para tener un perro agradable y cívico en el mundo de los humanos y porque hacer esto entre dos es divertido. Diversión. En el adiestramiento, incluso en el adiestramiento fundamental de las costumbres básicas, siempre nos tenemos que divertir los dos.
Con la única excepción de una situación de vida o muerte, no hay nada que justifique que haga daño deliberadamente a mi perro.
Los resultados se notan en la actitud del perro
Todas estas teorías y filosofías parecían prometedoras, pero yo quería ponerlas en práctica. Aún faltaban unos meses para que llegara un nuevo cachorro a casa, y por lo tanto saqué al pobre Satch (no sin esfuerzo) de su jubilación. Me propuse enseñarle algo muy sencillo pero que nunca había hecho antes: tocar un objeto diana con el hocico.
Me hice con un clicker, con algunos premios y con un murciélago de plástico a modo de “bastón diana”. Satch me miró con recelo y echó una mirada pícara a los premios de comida. Primero tuve que enseñarle que el sonido del clicker era sinónimo de comida. Click, premio. Click, premio. Un minuto después, saqué el objeto diana y se lo puse cerca del hocico. Creo que la primera vez que se chocó con él fue sin querer. Click, premio. Se me quedó mirando atentamente, casi sin prestar atención al objeto. Adelanté el premio ligeramente y volvió a chocar con él sin querer. Click, premio. Todo siguió igual durante varios minutos. Luego me miró y miró al murciélago. Se adelantó y chocó con él. Click, premio. Lo repetimos. Click, premio. Una vez tras otra. En las siguientes sesiones de adiestramiento moví el objeto diana de un lado a otro encima de su cabeza, por el suelo, de derecha a izquierda, detrás de él y a varios pasos de distancia.
Satch aprendió lo que me había propuesto, y eso me sorprendió. ¿Era el mismo perro que antes realizaba comportamientos lentamente y de mala gana?, ¿este era el perro que era tan reservado y tan tranquilo? En cuanto sacaba el clicker, Satch se convertía en otro perro. Realizaba un comportamiento tras otro, intentando averiguar qué es lo que me haría apretar el clicker. Lo intentaba con ganas, jugando. Se trataba de un juego y le gustaba. Si le pedía que repitiera uno de los comportamientos que hacía antes, uno de los adiestrados tradicionalmente, se quedaba petrificado e intentaba hacer alguno. Entonces volvía a mostrarse reflexivo e introvertido. En ese momento lo que hacía yo era sacar el bastón diana, incluso sin el clicker, simplemente para verle algún brillo en los ojos.
Conclusión
A principios de agosto de 1998 traje a casa un cachorro de Terranova de cuatro meses al que llamamos Rain. Empezamos a adiestrarlo con el clicker desde la primera noche. Él y Satch se disputan el tiempo dedicado al adiestramiento. Es muy divertido intentar enseñarle un comportamiento a un perro y ver cómo lo hace el otro. “Ves, mamá, ¡yo lo puedo hacer! ¡aprieta el clicker!, ¡apriétalo!”
¿Está Rain adiestrado perfectamente? No, al menos no “perfectamente”, y eso es por mi culpa. Es tan divertido enseñarle comportamientos nuevos a Rain que tengo la impresión de que nunca me molesto en que domine uno en concreto. Hasta cierto punto no me preocupa que sea perfecto. Una vez aprendí a fijarme en lo que está bien hecho y a dejar de molestarme por los fallos puntuales.
Otras partes de mi vida se vieron afectadas por esta lección. Me di cuenta de que mi marido fregaba los platos más a menudo cuando le daba las gracias por acordarse de hacerlo, que cuando le regañaba por olvidarse. En cuanto bajó el rendimiento de la empresa para la que trabajo, mi jefe pensó en imponer castigos estrictos por los fallos en el procedimiento. Yo en cambio le sugerí que incentivara los resultados más destacados. El rendimiento no ha parado de mejorar desde entonces.
Para mí el adiestramiento con clicker no es un método de adiestramiento. Es una filosofía, una forma de vida. Reforzar lo que está bien y no prestar atención a lo que está mal. Divide las tareas en pequeños pasos y refuerza cada uno de los pequeños logros. En el sentido más cósmico y kármico del “bien”, parece que cada vez me pasan más cosas buenas. Quería adiestrar a un perro. El resultado es que soy feliz.
Publicado originalmente en www.clickersolutions.com
Publicado en español en www.voraus.com
Autora: Melissa Alexander
Melissa Alexander
mcalex@clickersolutions.com
copyright 1999 Melissa Alexander
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